miércoles, 30 de julio de 2014

Ella era mi mujer


Ella era mi mujer 

Ella era mi mujer... Ella era mía,
pero la vi marcharse de repente.
Su rostro y su mirada indiferente
se fueron alejando de mí un día.

Se fue dejando en mí melancolía.
Ella era mi mujer ante la gente
pero pensaba en otro: -delincuente-
que me robo tu amor amada mía.

¿Y qué será de aquella...en este instante?
¿Será que en mi ha pensado en estos meses...?
A veces pienso en ella, sólo a veces,
cuando rechina el viento en la ventana.
De luto está mi vida esta mañana
aunque así no lo muestre mi semblante.

Tú, la lejana muchacha


Tú, la lejana muchacha

Tú, la lejana muchacha... de carita sonriente,
la de mar, la de arena, la de sal y de espuma;
la de noches enteras, la de claros de luna,
de semblante lozano y mirada silente.

Tú, la que perdía en la sombra la inocencia
y con fulgor intenso me absorbía...
La sigilosa niña de cabellera negra,
la de remanso arroyo y fugaz lejanía.

A ti mi niña hermosa que aún recuerdo,
que aún estás tatuada en mi memoria;
a ti la que impregnabas tu sutil fragancia,
la de recóndita y precoz distancia...

A ti te busco amada y no te encuentro;
te has ido con el viento y con su racha.

A ti mujer perdida, a ti muchacha
que te llevaste todo con tu amor
te pido que regreses por favor.

Ella, la ausente


Ella, la ausente

Después que todos la olvidaron, yo vengo a recordarla.
Después que en el sepulcro sembraron sus cenizas,
hoy vuelve, en este día de rosas, sol y brisa;
con su indolente sonrisa.

Ella, la ausente, la mujer de frenética mirada,
la dulce y amorosa, la ingenua, inquieta muchachita...
Viene con su fragancia, a desnudar mis ojos
con su mirada infinita.

Ella, la que nadie ni nombra, ni recuerda, ni piensa...
Hoy viene a mi recuerdo estrujando mi pecho.
Después que la olvidaron, regresa hacia mi vida:
como un sueño en mi lecho.

Ella, la ausente, la fresca primavera primorosa,
la dulce flor esplendida, la miel, la dueña mía.
Después que todos la olvidaron, yo vengo a recordarla...
la quiero todavía.

Soneto de la lluvia en la noche


Soneto de la lluvia en la noche

Yo no sé si esta noche llueva en tu ventana,
así como sin prisa llueve fuerte en la mía.
Sólo sé, niña hermosa, que te encuentras lejana,
que tu mirada ausente me pesa todavía.

Y llueve a cántaros niña, quizá, hasta mañana.
No sé si lo que más me duele es tu lejanía,
o mirar como pasa la lluvia tan ufana
desprendiendo a la noche para llegar el día...

No sé. Sólo sé que llueve en esta noche inmensa,
que en el silencio absoluto tu voz es intensa;
que la ausencia silente me ahoga en un reproche.

Y aunque piense que ha sido por ti mi dulce amada...
no he de entender la lluvia de esta loca mirada,
ni he de entender tampoco porque llueve esta noche.

Poema lánguido y desesperado


Poema lánguido y desesperado

Mujer, estás lejana en este instante.
¿Quién te abrazará, a quien darás tus besos?
Con quién irás amor, ¿Será ese amante
que ha saciado en tu cuerpo su embeleso...?

No sé. Y eso me causa gran tristeza,
es lánguido pensar que te he perdido.
Pensar por un momento en tu belleza,
saber que de mi lado ya te has ido.

Tú, acaso te diviertes en su lecho
y juegas en el goce de su pecho,
fingiendo que son dos enamorados.

Y yo me encuentro aquí, en este día,
muriendo por tu injusta lejanía,
queriendo ser aquel que está a tu lado.

Seguramente


Seguramente

Que caigan las estrellas esta noche.
Serán hermosas como tú, seguramente.
Quizás también verás aquella lluvia
y pensarás en mí seguramente.

O acaso estés dormida en ese instante,
soñando, no sé qué, pero soñando.
Y yo mirando desde mi balcón el cielo
seguramente te estaré extrañando.

O pueda que también mires el cielo,
aquel hermoso y triste firmamento
y pienses sin querer, seguramente:
yo sé que tú también lo estás mirando.

La poesía volaba entre mis ojos


La poesía volaba entre mis ojos


Se nutre el firmamento con palabras,
los arreboles cantan sus tonadas de amor...
El viento susurraba en mis oídos
prendiendo un dulce brillo en mi mirada.


La poesía en versos fue plasmando
con sutileza fresca cada línea;
mi boca ferozmente desbordó
colores que pintaban arcoiris.


La poesía volaba entre mis ojos,
las letras conjugaban con ocaso.
En el poniente un ave, en reposo,
cantaba alegremente a la mañana.


Y yo sentado en un banquito claro
en un parque lejano de mi hogar,
veía volar la poesía en canto,
podía tocar el cielo con mis manos


Nutría mi esperanza y mis anhelos
con esa caravana de alegría;
y así, tome papel y lápiz, y libremente
me puse a conversar con la poesía.

Poema para dos


Poema para dos 

Mirar el cielo y descubrir tu rostro
y desprender el alma para volar contigo,
y divisar de pronto que no vuelas conmigo,
que vas tomado de la mano de otro.

Y así verte pasar indiferente
con un gesto en los labios que no será de amor,
y sentir gran tristeza, sentir un gran dolor,
y morir de despecho lentamente.

Y fingir en mi rostro una alegría,
una alegría tonta... que es un agrio castigo
porque al mirar tus manos, no soy quien va contigo,
ni soy yo, a quien amas, amada mía.

Aquella tarde de abril


Aquella tarde de abril

Estuvimos juntos aquella tarde perdida.
Donde el viento se paseaba con amor en las cortinas;
dos locos impregnados con pasión desenfrenada
disfrutando de los besos y caricias paulatinas.


Era una tarde de abril, y recuerdo que llovía,
los truenos retumbaban en el techo, aquel día,
más, estábamos perdidos entre besos y caricias,
que ni el viento, ni la lluvia, a ninguno distraía.


Fuiste mía mujer, desde aquel sutil entonces.
Tu cuerpo trémulo y mudo se incendio en mi llamarada,
tu sueño fue el mismo sueño que soñé aquella tarde,
tu cuerpo fue junto al mío una estrella en la nada.


Cubrimos el infinito con un manto de pasión,
prendimos en el ocaso una aurora dulce y nueva,
aquella tarde era nuestra, como lo son las estrellas
del cielo azul, primoroso, ondeante de primavera.


Y llovía. Y estábamos juntos. Y eras tú, junto a mí...
eras un beso en el pecho y eras un gran frenesí,
y eras todo en ese instante, eras todo para mí...
Enamorados, fugaces, viviendo en su aventura.
Amantes, dulces, prohibidos, ajenos de lo normal...
Fuiste mía en ese entonces, y no te podré olvidar.
Fuiste mía dulce amante aquella tarde abril.

Poema de la cura


Poema de la cura

Para este corazón que está muriendo
no existe algún remedio diferente
que aquel que te llevaste de repente...
para dejar mi vida en vil estruendo.

No sabes que dolor estoy sintiendo,
te fuiste amada mía tan silente
que no pude sentir esa corriente
tan agria que tu amor me fue vertiendo.

Te di mi corazón mujer ingrata,
te di todo mi amor, te di mi vida.
Ahora tu distancia cruel me mata,
ahora el desamor me está comiendo...

No existe tal remedio; eres la cura
para este corazón que está muriendo.

martes, 29 de julio de 2014

Me despido amada mía


Me despido amada mía

Me despido amada mía,
se hace tarde, ya marchita
aquella fragua infinita;
se va por la lejanía.
Me despido amada mía,
ya no puedo retenerte,
mi voz grita por tenerte...
pero nada puedo hacer;
ya no me quieres mujer
y me resigno a perderte.

Me despido amada mía,
te llevo en mi pensamiento,
desde este mismo momento
velaré por tu alegría:
desde esta gran lejanía.
Y aunque no estés junto a mi,
y aunque no esté junto a ti,
siempre estarás a mi lado,
pues soy ese enamorado
que ha de pensar siempre en ti.



En ese viejo lecho


En ese viejo lecho

En ese viejo lecho que hoy espera...
allí escribí una historia junto a ti,
y que contigo fue donde prendí,
en ese viejo lecho alguna hoguera.


Allí sacié mi sed, por vez primera,
en el con gran pasión yo descubrí:
tus besos, tu belleza y frenesí...
en el te dí mi amor, mi vida entera.


Ahora está olvidado, está maltrecho,
en un rincón tirado está ese lecho,
con esa historia que viví contigo
y que olvidar aún no lo consigo;
porque allí yo prendí por vez primera
el fuego y la pasión de alguna hoguera.

Ya sé que no me amas


Ya sé que no me amas

Ya sé que no me amas niña hermosa,
otro hombre de ti se ha enamorado;
con gracia y gentileza ha conquistado
esa luz, tan sutil que en ti reposa.

Ya sé que no me amas mariposa,
otro romance a tu vida ha llegado;
me acongoja saber que me han robado:
tus besos, y tu voz esplendorosa.

Más triste y solitario me he sentido,
me embarga la tristeza y el dolor,
porque pienso que otro hombre te ha querido
y en su lecho te devora tu fulgor...
Que tristeza, me resigno, he perdido:
de tu cuerpo y de tu alma aquel amor.

Te olvidaré


Te olvidaré
Cuando el rocío inmerso de la pena
no logre desgarrar una mejilla.
Cuando la mar no llegue hasta la orilla
a desprender las huellas de la arena.

Cuando el astro remoto en su faena
no arranque del asfalto una semilla...
Cuando el farol del cielo que más brilla
agote su jactancia dulce y plena.

En ese mismo instante te amaré,
aún con mi tristeza y mi tormento;
seguro amada mía yo tendré
sobre mi rostro un gesto de contento
al augurar que siempre olvidaré
que no podré olvidarte ni un momento.

Lánguida lluvia que esta yendo al infinito


Lánguida lluvia que esta yendo al infinito


Este día es hermoso, y llueve triste también,
así como llovía cuando estaba contigo,
el susurro de un beso me llega hasta mi oído
como gota de lluvia estremeciendo mi cuerpo.



Las nubes transitando pintan tu rostro de aurora,
y un eco entre los árboles enturbian el silencio
y allí veo tu imagen, tu sonrisa de viento
y esos diamantes blancos brillando como estruendo.



Y son dos blancas palomas pintadas en el cielo
como rayos de sol consumiendo el ocaso,
y veo tus ojos lejanos, nocturnos, que están yendo
al rubor del crepúsculo buscando un nuevo paso.



Entre sabanas negras quiero apagar el mundo,
pero veo mas el cielo cuando cierro las ventanas,
y te imagino amada, ausente y tan lejana...
mariposa volando buscando un fresco rumbo.



Y como llueve, acaso, te recuerdo tan mía,
tan mía como tantas, tantas que antes fueron...
y un sueño se me encona en el alma como aguja
sintiendo que quizás no volveré a verte de nuevo.



Ni tus ojos brillantes semejantes al hielo,
trasparentes y claros con su tono de fuego,
ni tu rostro lozano, ni tu cabello negro,
ni el fresco olor de tu cuerpo, ni tus dos dulces senos.



Ni he de probar la fruta que me llevaba al cielo,
ni he de pecar tampoco en esas noches de invierno
al rozar tu néctar, tan fogoso y tan tierno,
delicado y tan tibio de tus mas hondo adentro.



Lánguida lluvia que esta yendo al infinito,
que te llevas el hondo dolor de un triste hombre
que te divisa tétrico con su maltrecho pecho,
reprimiendo su alma para no gritar tu nombre.



Oh sí, es tan triste esta lluvia que cae en mi aposento,
porque llueve en el alma desde su mismo adentro
y es amargo el recuerdo de esta preciosa tarde,

pues te encuentras lejana y triste te recuerdo.

sábado, 26 de julio de 2014

Poema a la duquesa amante


Poema a la duquesa amante

De perlas y esmeraldas, zafiros y diamantes
se viste usted duquesa para afrontar el día;
reluce su linaje tan fino en demasía,
con gestos y carácter de fiera dominante.

Sin embargo, bajo aquello... está una fiel amante
que entrega su riqueza, su amor y su valía
a un dulce caballero, plebeyo en bizarría
que le entrega su vida, su esencia y su flamante.

No hay dama en este mundo que no se entregue a un beso,
que no caiga al abismo brillante del amor,
que sienta su belleza, candor y su embeleso,
que no ahogue en su néctar su más hondo fulgor.

Por eso usted duquesa tiene el derecho de eso...
de amar y ser amada, sin importar pudor.

Porque también las rosas
tienen aquel derecho de ser dulce y vulgar...
porque el amor es eso, es amar y solo amar.

Poema a la muchacha lejana


Poema a la muchacha lejana

Muchacha estás lejana todavía,
el viento te ha llevado en mi suspiro,
y creo ver tus ojos de zafiro
plasmados en la aurora de este día.

Muchacha que eras toda mi alegría,
que eras el dulce aroma que respiro,
desde esta gran distancia, yo aún te admiro,
y puedo hasta creer que aún eres mía.

Por eso a ti muchacha te recuerdo...
y tú quizás me pienses todavía,
y en esa languidez de un vil - te pierdo-
acaso entras en llanto y en hastía;
y una suave voz en tu oído izquierdo
te pregunte: ¿estás bien,? y le sonrías.

Me llegas al recuerdo


Me llegas al recuerdo

Me llegas al recuerdo dulce amada
desde tu lejanía amarga y dura,
me llegas como luz tenue en la nada
prendiendo en el solsticio una dulzura.

Y así, quizás, tú allá en la lejanía,
te arropas al albor del claro ocaso,
y son tus ojos una noche fría,
y son rocío, lluvia, mar y paso...

Y acaso en tu aposento... en tu ventana
susurre el viento con mi voz tu nombre,
y te estremezcas niña esa mañana,
y sientas que me vez en otro hombre.

Y así puedas sentir que aún me extrañas,
que aún algo nos une ferozmente,
en esas madrugadas tan extrañas
cuando miras al cielo dulcemente.

Y así nos unan musa la armonía...
y los recuerdos mutuos y las cosas;
nos unan las canciones niña mía,
y la belleza plena de las rosas.

Y el rítmico sonido de las olas,
y el dulce transitar de aquella brisa,
y aquel color ausente de amapolas...
y el trémulo fulgor de una sonrisa.

Y así, tranquilo ya, con languidez,
mi niña yo te pinte un gran estero,
y una sonrisa entonces; y otra vez
publique que te extraño y que te quiero.

Canción a la muchacha ajena


Canción a la muchacha ajena

Y eres ajena amor, ajena de mi vida.
Pero eres tan mía, tan mía desde siempre.
Porque yo conozco tu más remoto albor,
tu prematuro y febril, sutil calor de infierno.

Y eres ajena, pero estás en mis brazos
como efímero aire resbalando en mi pecho.
Y tú eres mi mañana, mañana para siempre...
Mi eterno ocaso inmerso, mi agua purificada.

Y eres ajena amor, pero yo te respiro
y huelo tus cabellos de amanecer y cielo.
En tu mar turbulento navego a la deriva
con manos de azafrán, divagando tu cuerpo.

Y eres ajena amada, pero absorbo tu luz
y sumerjo mi sentir en tu cándido anhelo,
y allí soy un furtivo conquistador de llanos...
y soy yo quien cultiva la tierra de tu besos.

Y en fin, eres ajena, pero no importa amada,
pues el amor es nuestro, y sigues siendo mía,
porque me entregas todo, tu esplendor y tus besos...
y pintamos estrellas hasta que llega el día.

Poema del idilio


Poema del idilio

Estuviste conmigo, esas noches de tenorio...
en mi lecho, acostada recibiendo mi amor.
Noches en que llovía con inmenso esplendor;
suave el techo cantaba su mejor repertorio.

Estuviste conmigo, fui esclavo de tu emporio...
Como tarde marchita me impregne en tu fulgor;
todo tu cuerpo fue mío, tu savia y tu fervor,
fue nuestro hermoso idilio, nuestro sueño ilusorio.

¡Ay, que lindo recuerdo!, Qué belleza fue amarte
bajo el manto nocturno de estrellas y matices...
Qué lindo fue entregarte de mi flor las raíces
y haber plantado en tu piel, tan suave... mi calor.
Qué hermoso fue saberme aquel dueño de tu amor...
Qué lindo haber sufrido el pecado de besarte.

viernes, 25 de julio de 2014

Elegía de la vida


Elegía de la vida

Yo sé que estás lejana mi tentadora amante,
y quizá en tu aposento leve llueve también,
y estés en la ventana con tu triste semblante
murmurando un desdén.


Y acaso tu mirada se centre en el ocaso,
y absorta, y silenciosa, con intenso furor...
rasguñes el lozano exterior de tu brazo
al recordar mi amor...

Y esperes a la noche para ver las estrellas
para mirar aquella que un día yo te dí,
y recuerdes acaso aquellas noches bellas
que viví junto a ti.


Tal vez alguna tarde melancólicamente
me confundas con alguien que a tu lado pasó,
pero al tomar su hombro, y al divisar su frente
sepas que no soy yo.


Y así será tu vida... Te agobiaran los años.
Te sentirás tan sola, aquellas noches mudas...
Escucharas mi voz, en la voz de un extraño
que quizás ni saludas.

Así será tu vida, mi amada, tan lejana…
Y quizá ya no esperes que la tarde marchite.
Y no sientas las ganas de mirar el ocaso.
Y aún estés tan triste postrada en tu ventana
mirando como cae el rocío en el pasto.

Y así pasen los días de lúgubre letargo;
hasta que una mañana te mires al espejo,
sea tu rostro triste, y tu pelo tan largo;
y llueva como hoy llueve, con afán tan amargo…

y tú y yo estemos viejos.

En esas tardes de lluvia


En esas tardes de lluvia

Llueve lentamente, la gente con sus paraguas
va de camino en camino atravesando las charcas,
el cielo transmuta incienso de marejadas cortadas...
los niños corren y corren hacia su escuela alejada.

Las nubes van transitando dejando el pasto mojado
y ese olor a lluvia fresca, y a pájaros remojados,
en los nidos chillan tristes las aves por su gran hambre,
mientras vienen las palomas con lombrices en sus picos.

Gritan en el asfalto las gotas al reventar,
mientras las alcantarillas se llevan su vil dolor,
oh, que tarde tan linda y triste, la que puedo divisar,
la que puedo dibujar con sencillez y esplendor.

Así pasa en este día... de ausencia y de loca lluvia,
donde me llega a la mente la dulceza de un recuerdo;
un nombre que no ya no nombro, pero que siempre lo pienso...
en esas tardes de lluvia, de soledad y de encuentro.

Poema para el amor final


Poema para el amor final

Yo no sé si te quise, yo no sé si te amé,
o fue una llamarada efímera y latente
la que prendí en el cielo, la que por ti plasme,
y triste dibuje en el interior de mi mente.

Tal vez fue una aventura de ensueño y de locura
la cual sin pena alguna en ti yo perpetué,
al desnudar tu cuerpo y viajar por tu cintura,
descubrir en tu figura un nuevo no se qué.

No sé si fue todo eso, o el roce de tu beso
quien me encendió en exceso un fuego en mi interior,
no sé si fue tu amor, o el delirio travieso
de querer darte un beso con intenso fulgor.

O acaso aquella noche de dulce frenesí
yo te pinte mi amada el brillo de una estrella,
y en el silencio ausente, tú te entregaste a mí,
con tu inocencia plena, tan sutil y tan bella.

Y entre tanto mi amada pasó aquella noche...
yo no sé si te quise, yo no se si te amé...
Pues me ha quedado amada en mi pecho un reproche
por haberte querido, o amado... yo no sé.

Yo mantuve mi amada aquel sutil juramento
de no olvidarte nunca y no dejar de quererte,
pero se fue alejando con la altivez del viento
tu delicado rostro, tu mirada tan fuerte.

No importo mariposa lo que me habías querido,
ni ese ilusorio ensueño de dulce manantial,
porque para éste amor sólo quedo el olvido
y un triste y amargado lamentable final.

Poema al canto fresco de la lluvia


Poema al canto fresco de la lluvia

Lloviendo estaba el día y me cantaba
en su tonada gran melancolía,
todo lo silenciaba su armonía,
su música era suave y agradaba.

Su enérgico sonido me alegraba,
su eco inmensurable en mí prendía
uno de esos recuerdos de alegría
que poco a poco al alma me embargaba.

Bajo su manto dulce me encontraba,
mientras con tenue voz triste cantaba
la lluvia de ese triste y loco día;
así fue esa mañana vida mía,
esa mañana parecida a ti,
la cual cantaba el cielo para mí.

Y me encontraba allí...
lloviendo estaba el día y me cantaba
y bajo aquel rocío me encontraba.

Poema para la remota amante


Poema para la remota amante

No fuiste el último amor, ni tampoco el primero.
Ni fuiste el primer beso que en mi vida yo di...
Una noche de invierno, tú te entregaste a mí,
de tu amor tan rotundo me sentí prisionero.

Yo tejía un ensueño de honesto caballero...
Tú pintabas auroras con sutil frenesí.
Yo deshile los bordes de tu blusa... y caí
en ese intenso fulgor de esplendido lucero.

Eras aquella lumbre de inspiradora estrella
que atravesó mi vida para hacerla más bella.
Eras aquel invierno que se impregno en mi vida,
yo me bañe de el, bebí en su fruta prohibida...

Ahora el recuerdo de ella... tétrico, me acompaña,
y donde quiera que voy me pregunto si me extraña.

Por la vereda de aquel camino


Por la vereda de aquel camino 

Era en el paso de aquel camino,
donde los ecos de un remolino
me hizo acordarme de tu mirada.
Yo no llame...no, no dije nada;
pero en la llama de un feroz día
con el silencio de una alegría
fui por ti amada y un nuevo beso.
Tú no contabas con mi regreso,
yo no sabía si me esperabas,
si aún querías que regresara.
Pero volví con mi semblante,
con esa pena de un loco amante
que lo descubren en la pasión...
Volví mi amada a pedir perdón
como un cachorro triste y perdido,
yo no sabia si te habías ido,
pero volví, con la esperanza
de ver tu rostro. Con la añoranza
que un niño tiene al ver el cielo.
Volví mi amada con ese anhelo
con esas ansias que aún quisieras
mirar nacer mil primaveras.
Y allí estabas, en la alameda,
tu piel lozana, tu voz de seda
y esa mirada dulce de estrella,
y esa figura, diosa tan bella.
Así corrías hasta mis brazos
sentí anudados aquellos lazos...
sentí tus labios como un rocío,
sentí tu amor: tierno, tan mío.
Fue una canción para nosotros
esas sonrisas plasmada en otros.
Y fue perfecto, y nuevamente
sentí tan mío tu amor silente.
Y fuimos juntos, paso tras paso
mano con mano, brazo con brazo
por la vereda de aquel camino.
Feliz cantaba aquel remolino,
alegremente cantaba el viento,
y fue perfecto aquel momento...
Suave rozaba tu piel la brisa,
y tras el beso... tras la sonrisa
que con tus besos tu me arrancabas,
tú me dijiste con dulce tono:
al fin volviste mi dulce amado,
me alegra mucho que regresaras.
Fue celestial aquel instante,
fue tan sublime, fue tan divino;
nos alejamos... mi dulce amante,
por la vereda de aquel camino.

Tercer poema del puerto


Tercer poema del puerto

Aún me encuentro amada mía
en este puerto maltrecho,
con un dolor en el pecho
por tu amarga lejanía.

Dónde estás siempre pregunto...
pero nadie me contesta.
Dónde está le grito al viento
pero no me da respuesta.

Y yo estoy aquí llorando
por tu ausencia que me mata,
mientras tanto el tiempo pasa
y no vuelves a mis brazos.

Y la luna me divisa,
las estrellas, las gaviotas,
me ven triste, sin sonrisa,
me ven con el alma rota.

Sé te has ido, niña hermosa
con tu abrazo, con tu beso,
que te has ido mariposa
a ese viaje sin regreso.

Pero yo sigo esperando
en este puerto amada mía,
porque tengo la esperanza
de que vuelvas algún día.

Poema del puerto


Poema del puerto

Una vez me detuve en algún puerto
a divisar el mar y las gaviotas.
No recuerdo cual era, no sé si es cierto...
si fue un sueño tras una puerta rota.

Me detuve y sembré en aquella acera
una flor para ver si renacía,
era triste pensar que no creciera,
imaginar la soledad en que estaría.

Pero allí la sembré, y todavía
recuerdo aquella triste y dulce flor;
me detuve en tu puerto vida mía
y tristemente en mí sembré tu amor.

Poema para la lluvia sin ti


Poema para la lluvia sin ti

Que triste es todavía
esta lluvia tan vieja y tan nueva,
porque llueve sin ti vida mía,
aunque afuera no llueva.

Llueve y aquel rocío
me amarga con su magia la existencia...
Aún recuerdo amada que fue mío
tu amor, tu piel lozana y tu presencia...

Las rosas ya florecen,
pero esta primavera en mi es invierno;
las corrientes de los ríos crecen...
El fuego de tu amor en mi es infierno.

Y es triste y no me importa
que llueva tan sutil en este día,
porque al final sin ti la lluvia es corta...
porque llueve sin ti amada mía.

Que triste es todavía
que llueva hoy sin ti esta lluvia nueva,
y que yo este sin ti amada mía,
que llueva tu recuerdo y que llueva.

Poema a tus áureos cabellos


Poema a tus áureos cabellos

Era la tarde tan fresca y bella,
bañado estaba de albor la fronda;
mi sed de amor era tan honda
que iba trenzada al pelaje de ella.

Eran sus hilos de luz... la estrella
que iba colgando sobre la blonda.
Era aquel astro de faz oronda
que iluminaba su cabellera.

Como un diamante resplandecía:
como una hoguera prendida al día;
como un lucero cayendo al foro
donde yo estaba, amada mía:
rendido al baile de la armonía
de tu melena cual áureas de oro.

Poema de la conclusión


Poema de la conclusión
Yo he leído los versos cadentes de Neruda,
y los versos lánguidos de José Ángel Buesa,
y así como ellos dos, doy fe, y no tengo duda
que el amor siempre nos deja una sutil tristeza.

He leído algún libro de Gabriel García Márquez,
y he llegado a la misma infinita conclusión:
que el amor siempre nos atrapa una y otra vez
con la red misteriosa que guarda el corazón.

Yo he leído algún verso de tristeza abundante
donde el amor es siempre el vil protagonista.
Yo he escrito algún verso con languidez rebosante
que anida en el silencio de mi alma agonista.

También triste, algún día, me he sentado y leído
algún verso vulgar, de alguien desconocido,
y el infinito encuentro que hallo de repente
es que el amor en todos vive secretamente.

Me acordaré de ti


Me acordaré de ti

Me acordaré de ti quizás alguna noche,
amada alguna noche de lluvia y de fulgor.
Me acordaré de ti mi más hermoso amor,
quizás con un despecho, tal vez con un reproche...

Dibujaré tu rostro, quizás como una estrella...
O acaso pensaré que estás en mi aposento
reposando en mi lecho tu figura tan bella
y esperando el fulgor de aquel lindo momento.

Me acordaré de ti. Te acordarás de mí...

Y acaso no sepamos el por qué de las cosas...
Pero estaremos tristes, como dos mariposas
volando en un sendero que no tiene final.
Y en ese entonces, niña, me sentiré tan mal,

que cerraré los ojos para olvidarme de ti...

Me acordaré de ti, quizás, alguna noche,
amada, alguna noche de lluvia y de fulgor.
Me acordaré de ti, mi más hermoso amor,
quizás con un despecho, tal vez, con un reproche.

Más allá de un verso


Más allá de un verso

Me gustan tus besos,
son algo traviesos.

Me gusta si vienes
con esa mirada:
con esa que tienes
mujer impregnada...
y me hace volar
si tener ni un ala.

Me gusta si miras
el cielo infinito
y dejas plasmado
su albor en tus ojos.
Me gusta tu olor
ese a rosa fresca,
me gusta tu amor
de franca grandeza.

Y todo me gusta...
Eso que hay en ti
que te hace perfecta
solo para mí.
Pues todo contigo
es lindo y hermoso,
cuando estás conmigo
el tiempo lo gozo.

Por eso me gustan
tus besos traviesos,
tu boca, tu amor,
tu dulce mirada,
eso que me dices
sin decirme nada,
eso que me atrapa
y me tiene preso,
eso que está en ti
más allá de un beso,
más allá de todo,
más allá de un verso.

Canción para la niña sola


Canción para la niña sola

Esperarás un día que llegue a tu morada
aquel apuesto hombre que te enseñe de amor.
Pasarán primaveras por tu negra mirada,
pasarán muchas lunas con intenso fulgor.

Una tarde cualquiera tocarán a tu puerta;
hombre desconocido, viajero, que al azar
sembrará en el espacio interior de la huerta
una flor ya marchita por el extenso andar.

Tú triste le abrirás la puerta de tu casa,
decepcionada entonces, no reconocerás
que aquel hombre viajero, que simplemente pasa,
es el amor que buscas, que siempre buscarás.

Y al ignorar aquello... un día de repente
aquel viajero, triste, triste se marchará,
arrancará su flor melancólicamente
y un adiós de su boca, lánguido te dirá.

Y en ese entonces niña se empañe tu mirada
al comprender acaso que se te fue el amor.
Y acostada en tu lecho, sollozarás amada,
y dirás triste, muy triste: Porque te fuiste amor.

Esperarás un día que llegue a tu morada
aquel apuesto hombre que te enseñe de amor.
Pasarán primaveras por tu negra mirada
y estarás muchachita tan sola y con dolor.

Poema a mi hermoso amanecer


Poema a mi hermoso amanecer

Será tu luz tan clara prendiéndose en el día
una infinita paz, para mi alma soñadora;
será una fragua dulce de miel inspiradora
tu amanecer de estrella, aquí en mi lejanía.

Sentiré aquella hoguera, al mirarla, tan mía,
maravillosamente serás encantadora,
tan mía, tan alegre, tan clara y tan sonora,
tan bella como un canto bañado de armonía.

Sin que tú te des cuenta te amaré dulcemente,
amaré tu belleza, tu franqueza y fulgor,
tu fulguroso manto y tu perfecto ser.

Pues al abrir los ojos, diré tan tiernamente,
tan silenciosamente, con un profundo amor,
que eres tú, dulce amada, mi hermoso amanecer.

Serás mía mujer,
que al escucharme entonces, me mires y sonrías,
me des un tierno beso, y un lindo... Buenos días.

jueves, 24 de julio de 2014

Poema para el pronto querer


Poema para el pronto querer

Es tan pronto mi amada para decir te quiero,
pero tu primavera retoño sobre mí,
es dulce como el canto que replica el estero
cuando renace un eco fluvial cerca de ti.

Sí, yo sé que es muy pronto para amarte muchacha,
pero hasta el mismo viento adora tu fragancia,
eres aquella brisa de innominable racha
que le roba a la flor su esencia y su elegancia.

Es muy pronto querida, pero a pesar de eso
puedo augurar amada que eres todo en mi vida,
eres esa dulceza de un primoroso beso,
eres como el alcohol para curar la herida...

Y te quiero mujer, como puede querer
la noche a las estrellas, la luna a la laguna,
como quiere el sin fin a un puro amanecer.
Y te quiero mujer, pues como tú ninguna,

ninguna en este mundo, tan bella y tan radiante;
que con su primavera hizo en mi retoñar
la inmensa fe tan dulce, que parece un flamante
prendido en el sendero, de tu impecable mar.

Es tan pronto lo sé. Para quererte acaso
es tan pronto mi amada, pero que puedo hacer.
Quién me juzgase amada por admirar tu ocaso
será tan pecador, como lo soy mujer.

Es tan pronto mi amada para decir te quiero,
pero tu primavera retoño sobre mí
y es dulce como el canto que replica el estero
cuando renace un eco fluvial cerca de ti.

Yo seré recordado


Yo seré recordado
Yo seré recordado como el hombre
que amó a una mujer desconocida;
que jamás publico su dulce nombre,
pues nadie se entero que era mi vida.

Yo seré recordado como aquel
quien sufrió por tu amarga despedida;
quien tendió en la mesa algún mantel
y decoró con rosas la comida.

Yo seré recordado como ese
que no miraba nunca el calendario,
por miedo a predecir que aquellos meses
en años convirtiesen su escenario.

Yo seré recordado amada mía
como aquel que pinto en ti alguna hoguera,
quien dijo que eras alba y eras día,
que eras rocío y dulce primavera.

Y acaso, allá en tu inmensa lejanía,
amada, triste, triste me recuerdes,
y se frunza tu ceño en demasía,
al sentir con hastía que me pierdes.

Y me recordarás. Y te recordaré,
y acaso me pregunte niña hermosa:
donde estarás mi bella y linda amada,
al contemplar lo dulce de una rosa.

Yo seré recordado como tu hombre.
Tú serás aquella desconocida
que jamás en mi versar dije su nombre,
aunque en ellos, plasmé, que era mi vida.

Muchacha de la esquina


Muchacha de la esquina

Yo pude ser para ti una noche cualquiera,
una noche de invierno, como de primavera;
pude ser como tantos... tu noche de aventura:
al cual amases niña con frenética locura.

Muchacha de la esquina que nunca tuvo dueño;
pude ser tu gran amor, tu gran amor pequeño.
Ese que no olvidarías, después de haberse ido,
al cual llamases amor, después de haber poseído.

¡Oh sí! Yo pude retenerte, amada, entre mis brazos.
Pero no eras aquella que se unía a los lazos
de un hombre aventurado, de un total desconocido,
que quizás al marcharse te tirará al olvido.

Por eso dulce amante, amante, dulce y pura
que entre lunas y estrellas se arropaba en cualquiera;
yo pude ser tu noche, tu noche de aventura,
tu insaciable fulgor, tu inolvidable hoguera.

Poema tarde


Poema tarde

Que tarde has llegado bella amiga,
que tarde ¡Ay, qué tarde llegas a mí!
La tarde ya marchita... el cielo arde,
y arde como ardes tú en mi vida.

Oh, sí, ya anochece nuevamente,
se siente aquel fulgor y su partida.
Y llegas hacia mí tan dulcemente,
y ardes en mi verso y en mi vida.

Pasa el atardecer tan tristemente.
Y arde aquella tarde amada mía.
Y tú, sí, tú... llegas a mí tardíamente
y haces arder mi alma y mi vida.

Y es triste, es tan triste tu partida,
que me arde aquel adiós dentro de mí.
Ah, sí, llegas a mí...tardíamente.
Que tarde ¡Ay, qué tarde llegas a mí!

Segundo poema para el amor final


Segundo poema para el amor final

Si acaso estás ahora mirando las estrellas
amada piensa en mí,
que un sorbo de mi amor viaja en alguna de ellas
para llegar a ti.
No dudes... y búscame, en el brillo que destella
muy parecido a mí;
porque estaré rondando en las áureas más bellas
con sutil frenesí.
Yo estaré a lo lejos divisando tu rostro
tan dulce y tan jovial,
tú acaso estarás lejos, buscando en otro
lecho ese amor ideal.
Yo triste, allá a lo lejos bendeciré tu amor
tan locamente vano,
tú sobre algún altar con supremo dolor
enjoyarás tu mano.
Y acaso en ese instante se empañe tu mirada
tan triste... porque sí.
Me busques en el cielo... Y al no encontrarme en nada
tú solloces por mí.
Y al comprender entonces, amada, dulce amada,
que a veces el amor
puede ser un otoño, puede ser llamarada,
o una efímera flor,
te des cuenta de pronto que mi amor fue una de esas
estaciones perdidas.
Pobre amor que murió sin cumplir las promesas...
para toda la vida.