Muchacha de la esquina
Yo pude ser para ti una noche cualquiera,
una noche de invierno, como de primavera;
pude ser como tantos... tu noche de aventura:
al cual amases niña con frenética locura.
Muchacha de la esquina que nunca tuvo dueño;
pude ser tu gran amor, tu gran amor pequeño.
Ese que no olvidarías, después de haberse ido,
al cual llamases amor, después de haber poseído.
¡Oh sí! Yo pude retenerte, amada, entre mis brazos.
Pero no eras aquella que se unía a los lazos
de un hombre aventurado, de un total desconocido,
que quizás al marcharse te tirará al olvido.
Por eso dulce amante, amante, dulce y pura
que entre lunas y estrellas se arropaba en cualquiera;
yo pude ser tu noche, tu noche de aventura,
tu insaciable fulgor, tu inolvidable hoguera.
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