jueves, 24 de julio de 2014
Romancero del jueves
Romancero del jueves
Era una tarde de frío,
de albor y de mariposas;
ibas cogida a mi brazo
con tu sonrisa de aurora.
Era yo junto a tus brazos
una enredadera alegre,
floreciendo paso a paso
por esa tarde de un jueves.
Eran diamantes tus ojos:
un claro río de invierno:
el reflejo de dos soles
iluminando en el cielo.
Era tu pelo nocturno
el gris oscuro de invierno,
y tus labios un capullo
vestido de pistilos bellos.
Yo era aquel soñador
que suspiraba a tu lado,
trovador que por tus besos
tejía ensueños... callados.
Tú eras dulce como un lirio
retoñando en pleno mayo.
Yo era seco como un árbol
crepitando su arduo antaño.
En mis ojos veinte otoños,
en ti veinte primaveras,
muchachos enamorados:
de almidón y de canela.
Era la tarde tan fría,
tan fría que no la he olvidado;
iban colgando en tu cuello
dos corazones dorados,
y entre ellos dos letrillas
con una fecha al costado:
y un -te quiero- en el centro
con un negrillo pintado.
Tu mirada era un lucero
destellando un dulce gozo;
tu vestido era un jardín
con un olor delicioso.
En mí surgió un escalofrío,
un estruendo, una ventura,
sentí tu cuerpo tan mío
al abrazar tu cintura.
Y eras tú en esa tarde;
y era yo con mis antojos,
y vi las chispas del cielo
que anidaban en tus ojos.
Muchachos enamorados,
de silencios y de murmullos,
en una alameda larga
de flores y de capullos.
Era la tarde romántica,
tan sutil y tan fragante,
tú eras la musa en mi alma,
yo era tu vehemente amante.
Y así fuimos esa tarde
caminando hacia el ocaso,
yo iba diciéndote versos,
tu ibas cogida a mi brazo.
Era yo junto a tus brazos
una enredadera alegre,
floreciendo paso a paso
por esa tarde de un jueves.
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